Se llamaba Ellie y era canadiense. Rubia, ojos claros, piel sonrosada por el sol. Veinte años, aunque eso no me lo dijo, sino que más bien lo deduje: por la torpeza de sus besos, arrebatados de más, demasiado húmedos; por el rubor de sus mejillas y el miedo en su mirada —miedo a no gustar, … Sigue leyendo Ellie (inescrutables son los caminos)