Apocalipsis

Hay miles de Apocalipsis. Cada día. Transitamos un mundo al que creemos que sobreviviremos, por méritos, virtudes, recuerdos, legado o improbable eternidad. Inmortales. El fin de nuestras vidas es siempre algo lejano y potencialmente soslayable, algo que afecta a quienes nos rodean pero de lo que nosotros, por cierta peculiar naturaleza, pensamos que podemos quedar exentos. Error. Cada día hay miles de Apocalipsis; cada día desaparecen infinidad de microcosmos a los que ni siquiera pertenecemos, confinados como estamos en nuestro propio universo. Son, en todo caso, estrellas distantes que se apagan sin que afecten de forma significativa a nuestro firmamento. Ojos que se cierran, aspiraciones, alegrías, rencores, ilusiones que se extinguen, pasado que deja de contar, futuro que no vendrá. El cambio de plano astral acaso conlleva nuevas realidades que irremediablemente ignoramos desde este lado. Es el clavo ardiendo de quienes en el fondo se saben mortales, es el órdago del miedo: imaginar que perduraremos más allá de nuestro Apocalipsis. Religión, Dios, alma. Reconfortémonos en ello a falta de algo mejor, sigamos malgastando nuestras vidas en horarios esclavos, responsabilidades adquiridas, desidia, soberbia, sigamos mientras llegamos a la tierra prometida. Su mera conciencia es una forma más de eternidad, reservada, en el mejor de los casos, a otros cuya frágil realidad parece contar menos y estar más necesitada que la nuestra. Que se encomienden los cobardes al reino de los cielos; nosotros seguiremos aquí, presenciando hasta el fin de los tiempos el ocaso de universos prescindibles. Pero, tarde o temprano, nuestra luz también se apagará, y ese mundo al que nos creíamos capaces de sobrevivir, esas montañas milenarias, los árboles indiferentes que nos observan a ambos lados de la avenida que recorremos cada día, las nubes del cielo, y los insectos que se arrastran por el suelo y ya no terminarán bajo nuestros zapatos, todos ellos seguirán aquí, ajenos a nuestra caída irremediable en el pozo del olvido. Así será hasta el fin de todos los mundos.

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