¿Qué prefieres? ¿El ruido del agua? ¿Ese goteo incesante tras la pared, en las sienes, en el centro geométrico de tu cerebro, una, dos, tres veces? ¿Prefieres el ruido del taladrador, perforando muros, molestando vecinos, porteros que suenan, mensajes al móvil, qué es lo que pasa, no son horas, dejad el ruido, el ruido, el ruido? ¿Qué es mejor? Su voz, ¿la recuerdas? Su voz era mejor que cualquier sonido. Su voz dulce de niña pequeña, alentando las horas. Su voz. Luego vino el problema, el goteo, la descomposición del mundo. Su voz de súbito se transformó en un huracán, palabras atropelladas, reproches, bueno para nada, no sabes, inútil, no sabes gestionar esto, no sabes nada. Llegó un momento en que no soportabas el ruido de su voz. El tiempo, mientras, seguía goteando. Problemas, acometidas, demoras, cuándo carajos podréis venir, imponiéndote pese a todo, una voz que no resultaba creíble, te escuchabas y la voz se te quebraba, cuándo vais a venir a arreglar esto, cuándo, cuándo, cuándo. A tus pies se acumulaban cascotes, polvo, escombros. La casa de los sueños desplomándose como fichas de dominó. No sabes nada, no sabes. Nueve de la mañana. Más muros derruidos, más taladro, más quejas, más molestias. Así un día tras otro, semanas, meses. Su voz, la de ella, ¿recuerdas? Le pediste que se callara y se calló. Al final solo miraba. Decepción, miedo, asco. También se perdió su mirada. Toda ella se fue. Te dejó solo en medio de los escombros. Tardaste en darte cuenta, y cuando lo hiciste ya fue tarde. Te quedaste ahí, rodeado de desastre, con el teléfono en la mano, pidiendo explicaciones, dando excusas. Solo.

Así que… ¿qué prefieres?

¿Acaso puedes elegir?

De fondo, el agua sigue goteando. Una, dos, tres veces.

Nadie viene.