
Dedicado a «las olvidaditas»
Un montón de palabras, mal que bien escritas. Ese es mi mérito. Razones como anzuelos, señuelos, frases llenas de verdades, verdades a medias, medias mentiras. Todas a su manera suenan sinceras, todas al cabo incomprendidas, afines todas a mi propia conciencia, ajenas todas a quien las critica.
Del lado oculto de vuestras vidas. Entre la dicha y la tristeza. Marginado antes que elegido.
Allí me encontraréis.
En mis historias puedo ser monstruo o asesino, pobre indeciso, corrupto decidido, hijoputa sin excusa, romántico empedernido, fantasma sin luna, súbdito del fuego, y moderarme, y extralimitarme, y clamar contra el cielo, y anhelar el infierno, y huir de la prisa, y desarmarme, y olvidarme, y arrasar el mundo entero hasta el puto fin de los tiempos.
Mientras, es mi vida la que dejo. Hojas llenas de sangre. Lágrimas, sonrisas.
Aunque nadie busque.
Sigo ahí, derramándome en mil vidas, vidas en forma de letras, letras negras, blancas letras, como voces bajas que apenas suenan, a veces malinterpretadas, otras ignoradas, letras hermosas y funestas, letras precursoras de palabras, letras que corren por las venas, letras que triunfan o fracasan, letras que danzan y que juegan, letras que me hunden y me salvan.
Letras.
Letras que ya nadie reclama.
Al servicio solo de quien sueña.