Fábula (despertar)

No la encontré.

Caminé largas horas perdidas de sueño, tú lo sabes bien, por los túneles de la ciudad de las altas torres, caminé entre despojos, pedazos de sueños viejos, caminé buscándola. Lo sabes. Sabes que te perseguí noches enteras, seguro de que me conducirías hasta ella, la hermosa criatura que nos relegó al olvido, la que espanta las sombras, la que desgarra el entramado de las pesadillas. Tu obra maestra.

Pero no la encontré. Solo di con regueros de sangre oscura, filtrándose por las alcantarillas. El fruto de mi labor de exterminio, el fruto de mis manos, la soledad, la rabia, resbalando en gotas espesas entre mis dedos de hueso.

Así hasta que llegó un momento, ¿recuerdas?, noche triste, pesadilla devorándose a sí misma, un momento en que la ciudad empezó a derrumbarse sobre nuestras cabezas. Lastimosas criaturas de ojos ciegos que huían despavoridas, que eran aplastadas como gusanos por las altas torres que se precipitaban. En los túneles retumbaba el terror, un rumor bronco que se extendía por los corredores, el polvo que caía de las bóvedas, la confusión, el miedo. Olía a miedo. ¿Recuerdas? Y a sangre. También olía a sangre. Yo caminé entre los restos de la ciudad, caminé entre nuestros propios despojos, todavía buscando, esperanzado en hallar vuestros cadáveres pálidos bajo los escombros. Arriba, mientras tanto, un cielo anaranjado cuajado de nubes negras anunciaba el final. Solo quedábamos unos cuantos, alimañas, rémoras, reptiles del sueño arrastrándose sobre los últimos vestigios de vida.

Pero no os encontré. Tampoco en la ruina.

Hasta hoy.

Hoy que del cielo anaranjado, abierto en canal, empiezan a llover, limpias, perfectas, las palabras. Palabras hermosas, palabras de esperanza. Las largas columnas de humo que se elevan del desastre se extinguen, agónicas, al contacto líquido de las palabras. Nuestra piel, la piel de las alimañas, hierve bajo el peso liviano de las palabras, y nuestro grito postrero, grito desesperado de soledad y de rabia, se ahoga colmado de palabras. Es el fruto de tu sueño. ¿No lo reconoces? Son palabras que cobran vida en una hoja en blanco, son mundos nuevos que se erigen sobre los escombros del simulacro. Es tu hermosa criatura, tu creación perfecta, consumada en una lluvia purificadora de palabras.

Es por eso que no la encontré jamás. Me engañaste, la sacaste del sueño para hacerla realidad. Ahora lo entiendo todo. Ahora que tu criatura perfecta cobra forma, ahora que los miedos que la alimentaron tanto tiempo, escondidos, sibilinos en la ciudad de las altas torres, sucumbimos bajo el despótico dominio de un sueño hecho palabras. Ya no somos. Ya no tenemos razón de ser. Nuestra piel se desgarra, nuestras bocas abiertas en grito hacia el cielo emiten el último sonido.

Mis manos, mis dedos cubiertos de sangre, deshaciéndose en una masa informe de piel y huesos.

Soledad y rabia consumidas por las palabras.

Es el fin. Fin del sueño.

3 comentarios en “Fábula (despertar)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s