Sombra negra de tu cuerpo

Acecho incansable tu sombra, sombra de sombras. Vigilo, cuido, velo por ti, a la sombra de la existencia misma. Porque nadie salvo tú traspasa la oscuridad de mis días, los días oculto, los días transparentes a la intemperie, nadie salvo tú, que conoces la luz que palpita bajo la armadura, transfigurado a ratos en materia espesa, coraza de piel, luz negra bajo nudos de carne y de huesos. Seguirás siendo solo tú quien no tema, quien no tuerza el gesto, quien confíe siempre, tú, quien descubrirá el rostro verdadero a fuerza de querer mirarlo, tú, reverso blanco de mi sombra. La vida, mientras tanto, seguirá transcurriendo alrededor, despiadada, ya sabes, devenida en tiempo, la vida cruel, efímera y cambiante, la vida sacudiéndonos los sueños, como un rumor sordo en torno a nuestros cuerpos, mi cuerpo de sombra, inasible y negro, ligado a tu cuerpo erosionado de alegrías y de penas, a oleadas furiosas, cuerpo de roca, luz erguida sobre las piedras, inquebrantable solo a ratos, vulnerable cuando requiera de la caricia negra de sombra entre mis dedos. De todas esas cosas, luz que proyectas, reverso claro, tú qué sigues siendo, yo te protejo. De la vida que aprieta, del tiempo que pasa, de los sueños rotos, del dolor fugaz, de la alegría engañosa, de la verdad indecente, de la mentira piadosa, de las palabras que hieren. Cuando sobra mundo en que extraviarse, cuando hablar solo sirve para dar excusas, y los hechos se prueban frente a frente, allá quedará el abrazo leve de mi sombra, mi sombra sobre tu cuerpo siempre.

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